Con el transcurrir de los días todo puede transformarse en una rutina. Viajo al Festival de Cine de Mar del Plata. Es algo que no hago muy seguido, viajar a un festival, ver tres películas por día. Sin embargo, los días empiezan a parecerse entre sí. Madrugar, desayunar, ver la primera película (la de la mañana), almorzar, descansar, ver la segunda película (la de la tarde), tomar una birra o una cena temprana, ver la tercera película (la de la noche), dormir.
La sensación existe. No es tu vida, es una prestada, es la vida de alguien que hace, de forma profesional, periodismo cultural. Es su rutina, no la tuya. Es la rutina de una persona que olvidará un festival luego de la sucesión de varios durante muchos años. Que se le olvidará si una película la vio en el BAFICI o en MDQ, en Cannes o Venecia (si tiene esa suerte). Tu rutina no es esta, es una rutina provisoria, una rutina de vacaciones de la vida que elegiste. Y no está mal. Te gusta la vida que elegiste.
En las películas de ayer (cuarto día de festival) hay un tema que se repite. La importancia de la memoria, lo fundamental de preservar el recuerdo para generaciones futuras o para vincularse con el presente. Sin duda no fue buscado por el festival , en el mismo día se proyectan más de veinte películas y yo elegí estas tres. Pero hay algo en esta edición que apela a la memoria: Los spots previos a cada película conmemoran los 40 años de democracia y en todas las sesiones hay gritos y aplausos que lo acompañan desde el inicio, como una forma de apoyar luchas ganadas que hoy vemos peligrar; luego hay un pequeño spot con escenas censuradas durante la última dictadura militar (mi preferida la Coca Sarli mirando a cámara y declarando que ella volverá a ser una Mariposa en la Noche). El Festival nos intima a recordar, existió un pasado, y es muy reciente.
Cierra los ojos (Victor Erice, 2023) se proyecta en la sección Autores y es de lo mejor que he visto en un festival en donde me ha gustado casi todo. El director español sale de su retiro de más de treinta años para filmar su cuarta película. Si, solo dirigió cuatro películas: El espíritu de la colmena (1973), El Sur (1983), El sol del membrillo (1992) y mientras veo Cierra los ojos, con un sonrisa viendo cantar un tango a Soledad Villamil o al borde de una lágrima con Ana Torrent diciendo “Soy Ana”, no puedo dejar de reclamar por qué, por qué solo cuatro, por qué si filmas de esta manera única, irrepetible, con una intensidad tan contenida, apelando a la melancolía sin caer en el golpe bajo, creando personajes que dicen tanto con los silencios, por que si haces todo bien, si todo fluye, si tres horas de película parecen minutos, por que si haces todo eso solo vas a dejar cuatro películas, solo cuatro. Y me respondo: quien pudiera. Espero el final de los créditos para salir feliz del cine, de esa película que reivindica la memoria, y la importancia del cine para conservarla, y de la amistad, y espero la oportunidad de ver otra vez alguna película del maestro (ya no por primera vez, disfrutándolo de otra manera), y le agradezco que solo fueron cuatro, pero que fueron todas buenas. Gracias.
En la competencia oficial participa Partió de mí un barco llevándome (Cecilia Kang, 2023), cuyo nombre remite a un poema de Alejandra Pizarnik, en donde la protagonista de un documental audiciona para un papel que la obliga a replantearse su historia como hija de coreanos viviendo en Argentina, a la vez que investiga para su próximo trabajo sobre las “mujeres de consuelo”, jóvenes mujeres coreanas secuestradas y obligadas a convertirse en esclavas sexuales del ejército japonés durante la segunda guerra mundial. A diferencia de lo que uno podría esperarse con una base así, el documental fluye con una sencillez emotiva pero con pequeños toques de humor (la madre de la protagonista es un personaje increíble) que logran introducir un tema tan complejo y doloroso para Corea de una forma sencilla pero efectiva en una película donde la mezcla de ficción y documental, drama y comedia, funcionan siempre.
Elda y los monstruos (Nicolas Herzog, 2023) se proyecta en la competencia argentina y recupera la memoria de una manera más lúdica, con personajes que bailan y cantan, que se muestran en toda su “monstrués” drageadas, pintadas, y montadas, viviendo las conquistas de aquellas luchas que vivimos para defender, mientras curan corazones rotos o viajan en búsqueda de una santa queer (esta parte de la película, cuando se transforma en una road movie es la que mejor funciona). Con escenas musicales hermosas y con cinco personajes increíbles, Elda y los monstruos es de esas películas en las que uno sale del cine con una necesidad de convertirse en amigo de sus protagonistas.
El cine como herramienta para documentar la memoria, como antídoto como el olvido, como forma de recuperar el pasado y vivir un presente de luchas ganadas, mientras se baila y se llora, todo eso son estas tres películas que comparten cartel en un día cualquiera de un festival de cine.
Toca dormir, hasta la próxima.
Fabricio
PD: Cierra los ojos, por ahora, no tiene distribución comercial ni en cines ni en plataformas. Confío en que es cuestión de tiempo. No la tiene tan fácil Partió de mí un barco llevándome ni Elda y los monstruos, películas a las que les cuesta aún más llegar a distribuirse, y es una lástima.