La categoría es... rutinas perfectas
Sobre mi relación con el festival de festivales y dos películas que te cambian la vida, o el día.
Mi verdadero año cinéfilo comienza con el anuncio de las películas que participarán en el Festival de Cannes, el primer y el más importante, festival de cine del mundo. El pasado 11 de abril se anunció la programación que se verá entre el 14 y el 25 de mayo de este año, y yo aprovecho para viajar al pasado.
En mi época de estudiante compraba la revista El Amante. Conservo varias ediciones de los meses de mayo y junio, en donde uno o dos críticos viajaban al festival y hacían diarios de viaje y reseñas de películas vistas, las que, salvo contadas excepciones, yo nunca llegaba a ver. No por falta de interés ni curiosidad cinéfila, simplemente no llegaban a Argentina. También hoy reconozco, con el paso del tiempo, cierto esnobismo de los críticos en cuestión, que gustaban siempre de propuestas demasiado arriesgadas que nunca encontraban circuito comercial.
Hago el ejercicio de recuperar esas viejas revistas. Guardan polvo en un alto estante de mi biblioteca, para bajarlas me tengo que subir a una silla, hace tiempo no las visitó. Por ejemplo, en la edición de junio del 2009, al crítico enviado por El Amante le gustaron particularmente Kinatay de Brillante Mendoza y Les Herbes folles de Alain Resnais, ambas resaltadas con marcador verde en mi revista de papel y ninguna con estreno en salas ni edición de VHS. Sin embargo, pocas líneas escribió el crítico en cuestión sobre Bastardos sin gloria de Tarantino o Los abrazos rotos de Almodóvar, las dos proyectadas en esa edición del festival y que sí llegaron a circuitos comerciales y pudimos ver en un futuro cercano. También escribió bastantes caracteres sobre La cinta blanca, película que ganó la Palma de Oro ese año, el máximo galardón del Festival.
En fin, en esos años en una pequeña provincia de un país del tercer mundo, uno viajaba a Cannes con una crónica de un crítico de una revista, y era una suerte.
Hoy el mundo cambió, la mayoría de las películas proyectadas en competencia oficial, la máxima sección del festival, llegan a los cines o a plataformas, o se pueden ver en la ilegalidad. De la edición 2023 del festival solo me restan ver Monster de Hirokazu Kore-eda, que no llegó a los cines de Mendoza ni a plataformas, y Perfect Days de Wim Wenders, recientemente estrenada en Mubi, y que en el Festival ganó el premio a mejor actor para su protagonista y fue nominada a mejor película en habla no inglesa en los Oscar.
Perfect Days de Wim Wenders se vende como “una película que te inspira a vivir la vida”, y no se si estoy de acuerdo. Por un lado, es cierto que te inspira a ver la vida de otra manera, una manera más simple, más auténtica, menos analógica, pero por otro lado es una película que te destruye, por que el mundo que plantea es un mundo extremadamente difícil de aplicar, y eso puede dejar una enorme sensación de frustración.
Pero vamos por parte, Perfect Days es la historia de Hirayama, un hombre que se dedica a limpiar los baños públicos en la ciudad de Tokyo. Un hombre con un profundo amor por las cosas simples, y por su rutina diaria, por la que muestra un afecto y dedicación inusual. Desde el momento en que se despierta en un minúsculo departamento sin cocina ni ducha, pasando por el recorrido a los distintos baños a limpiar alrededor de la ciudad, hasta la vuelta a su hogar, donde pasa las últimas horas del día leyendo, vamos conociendo el estilo de vida de Hirayima. Los días pasan y se suceden pequeñas alteraciones en la rutina del protagonista, nada más, nada menos.
Una descripción así no le puede hacer justicia a esta fábula de Wenders. La película es una guía, no de autoayuda ni baja línea que, en un mundo capitalista y consumista donde las reglas de la libertad aplican solo para los más ricos podría ser perfectamente posible, sino como una disparadora de mundos. Hirayima lee a William Faulker y a Patricia Highsmith, escucha en cassettes a Patti Smith y Lou Reed. Hirayima y Wim Wenders nos muestran un mundo que ya no existe, o que existe en otro mundo, pero que está disponible para quien quiera, y se atreva, a vivirlo.
Termino Perfect Days, descargo el soundtrack en Spotify (la película tiene un muy buen chiste sobre la plataforma) y salgo a caminar. Son las diez de la noche de un domingo oscuro en el que recién deja de llover, y siento que por un rato una película me cambió la vida, o esa noche.
Al otro día debo ir al gimnasio, hace frío y tengo una necesidad apremiante de volver a ver Paris, Texas (1984, disponible en Mubi), sin duda mi película favorita de Wenders y una de mis películas favoritas de la vida, ganadora de la Palma de Oro en la edición del festival en 1984. En ella un hombre camina perdido por el desierto de California bajo los efectos de la locura a la que lo llevó un gran amor, un amor por una mujer, la inolvidable Natassja Kinski, la mujer más hermosa del mundo en esa película. No voy al gimnasio. Otra vez Wim Wenders cambió mi día, o por lo menos mi rutina.
Hasta la próxima
Fabricio